Ante
el colapso ideológico de la vieja socialdemocracia, la alternativa verde es el
proyecto político más claro en Europa para hacer frente al peligroso y agotado modelo neoliberal y productivista de las últimas décadas.
En
nuestro país, las élites políticas y económicas consolidadas durante la
Transición han hecho política a golpe de ladrillo y corrupción. Tras un
espejismo de bonanza, tuvimos que volver a pisar tierra a partir de 2008: de
forma dramática estaban empeorando las condiciones de vida de la gente común,
aumentando las desigualdades y degradándose nuestro entorno.
Su
política fue y sigue siendo muy clara: el beneficio económico de unos pocos y
el crecimiento por el crecimiento por encima de nuestros derechos, el bien
común o la habitabilidad de nuestro propio medio. El resultado no es más que un
modelo que explota a las personas y la naturaleza, en el que ambos somos
considerados piezas de un engranaje al servicio del negocio económico.
Frente
a esto, los partidos tradicionales han fracasado en dar soluciones. Primero,
porque obviamente sus élites son parte del entramado político y económico de
puertas giratorias que nos ha llevado a esta situación. Segundo, porque han
demostrado una incapacidad para renovar su pensamiento, obviando la dimensión
ecológica de la economía, factor clave en la desigualdad local, global e
intergeneracional. En el siglo XXI, los derechos de las personas dependen de un
uso justo, democrático y sostenible de los recursos naturales. Solo
considerando de forma conjunta los factores sociales y ambientales podremos
evitar que las personas seamos doblemente afectadas en nuestro presente y vida
diaria, ya sea nuestro empleo, salud o bienestar, y en nuestro futuro y
supervivencia digna como sociedad.
Desde
luego, ante el colapso ideológico de la vieja socialdemocracia, la alternativa
verde es el proyecto político más claro en Europa para hacer frente al
peligroso y agotado modelo neoliberal y productivista que ha marcado las
últimas décadas. Es más, ya contagia de forma transversal el tablero
sociopolítico y aspira a convertirse en el nuevo sentido común. A día de hoy
cuestiones históricas del discurso ecologista, como el cambio climático, han
impregnado el relato de todas las fuerzas políticas (¡hasta el PP propone
una Ley de Cambio Climático mientras recorta en las renovables!).
La
cuestión es cómo de coherentes y decididas van a ser las políticas para estar
en consonancia con los principios que las sustentan. Si dejamos que el medio
ambiente se convierta en un mero apéndice o una cuestión individual y aislada,
en lugar de ser el motor de transición, nos hará perder la oportunidad de poner
sobre la mesa un proyecto transversal y transformador que puede dar una
respuesta global a la crisis global. No escondamos con nuestras políticas que
la causa última de las grandes (y pequeñas) crisis ambientales, así como de la
pobreza y desigualdad en el mundo, es nuestro cambio de modelo productivo.
Tenemos
un plan
Y eso
es precisamente lo que EQUO aporta a esta nueva transición: un cambio de rumbo
hacia un nuevo proyecto de sociedad. EQUO aporta una visión de futuro y una
estrategia clara de hacia dónde queremos ir y qué tipo de sociedad queremos
construir, la del buen vivir.
Aquella en la que cubrimos las necesidades básicas de las personas dentro de
los límites del planeta, en la que los servicios públicos sean una garantía de
igualdad de oportunidades y en la que el desarrollo personal, social y
profesional esté asegurado; y donde se recupere la soberanía en los procesos de
toma de decisión. Una sociedad que apueste también por la corresponsabilidad de
los hombres y la sociedad en el cuidado de las personas para que no recaiga de
manera invisible sobre las mujeres.
¿Y
esto cómo se traduce en políticas institucionales? La transformación del modelo
productivo y de consumo podría comenzar con 3 líneas de impacto positivo
directo sobre nuestras vidas, nuestra salud y nuestro empleo:
1.
Transición hacia las energías limpias fomentando el ahorro y la eficiencia en
la producción y el consumo, además de poner bajo control ciudadano la
producción y distribución de la energía.
2.
Apuesta por sectores verdes y estratégicos (rehabilitación de edificios, agroecología,
movilidad sostenible, energías renovables, gestión de residuos, etc.), así como
una nueva política industrial que nos permita producir lo que necesitamos como
sociedad de una forma eficiente y sostenible. En estos sectores están los
millones de empleos de calidad que España necesita.
3.
Fomentar la economía de las personas, esto es, activar la inversión en
educación, sanidad, cuidados como sectores clave en el bienestar de las
personas, pero también en la creación de empleo.
Existen
ya experiencias exitosas de puesta en marcha de este planteamiento que
demuestran su viabilidad y su consistencia. Hablamos tanto de las llevadas a
cabo por grupos de personas y colectivos desde abajo, como del éxito de las
políticas puestas en marcha por diferentes partidos verdes en instituciones de
toda Europa.
La
transversalidad era esto
Esta
visión de la política y de la economía, de la sociedad es profundamente
transversal. Por un lado, cada decisión tomada desde la perspectiva verde
desencadena una serie de impactos positivos en diferentes áreas, dando
respuesta a varios problemas o retos. Tomemos como ejemplo la lucha contra el
cambio climático. Un política decidida y responsable para la reducción de
emisiones con una transición hacia las energías limpias conseguiría: crear
empleo local, sostenible y de calidad; mejorar la calidad del aire que
respiramos; reducir la importación de petróleo y gas con el consiguiente ahorro
en recursos; dejar de financiar Estados responsables de la violación
sistemática de derechos humanos; impacto en la política de seguridad al
limitarse las llamadas “guerras del petróleo”; actuar contra la primera causa
de migración en el mundo (degradación ambiental provocada por cambio climático)
y contribuir a la habitabilidad del planeta de aquí a 20 años.
Por
otro lado, la naturaleza de las propuestas verdes puede suscitar el apoyo de
grandes mayorías sociales, tal y como ha ocurrido en Austria. Frente a la
incapacidad de los partidos tradicionales para dar respuesta a las demandas de
la ciudadanía y presentar un proyecto frente a la crisis, la sociedad austriaca ha confiado en el partido verde
para frenar a la extrema derecha. En un momento en el que la
identidad y las etiquetas ideológicas son menos férreas y más líquidas que
nunca, las personas estamos dispuestas a apoyar las propuestas del sentido
común. Nadie puede estar en contra de respirar un aire más limpio, tener una
energía menos contaminante, consumir alimentos más seguros para nuestra salud o
crear empleo digno que aporte un valor añadido a la sociedad.
La
emergencia social no es un problema aislado, es la consecuencia, el síntoma de
un modelo que no funciona más. Ha llegado el momento de cambiar de rumbo para
solucionar la crisis de hoy, evitándonos nuevas crisis en el futuro. Y podemos
hacerlo con una forma de hacer política innovadora, próxima, colaborativa,
transparente, amable y respetuosa con el medio ambiente capaz de transformar el
modelo económico, político y social actual para garantizar el bienestar de las
personas.
En el
20D, la suma de fuerzas del cambio logramos abrir una primera brecha con la que
emprender una verdadera transformación política y social. Ahora tenemos la
oportunidad de alcanzar el esperado cambio político, que debe ser más profundo
que una simple sustitución de élites. Para revertir los problemas más
acuciantes de nuestra sociedad, contemplando el medio y largo plazo existe una
alternativa: la alternativa verde, que multiplica para ganar el próximo 26J.
7 de Junio de 2016 Rosa Martínez.
Exdiputada y candidata por EQUO en Unidas Podemos por Bizkaia. @RosaM_Equo Florent Marcellesi.
Portavoz de EQUO en el Parlamento Europeo. @fmarcellesi
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Si deseas hacernos llegar un comentario, no lo dudes! Estamos deseando escucharte.